Otro año pasa ya, junto a extraños seres; muchas veces me sigo preguntando ¿Me conocerán, sabrán quién soy? si quiera algo de mí… no lo sé, lo que sí se es que no son comunes, no son lo que me imaginé la primera vez que crucé esa puerta, les contaré como estaba yo, estaba muy deprimida, destruída al verme obligada a abandonar algo que sentía parte de mí, enfrentándome a algo totalmente diferente y desconocido, sentí miedo, mucho miedo… ¿a qué? Bueno, el que me conoce, sabrá que tengo motivos y demasiadas experiencias para justificar ese miedo, ¡Y cuánta razón! Pero absolutamente nada fue como me lo imaginé, creo que ha de haber sido obra de la suerte, del universo, ponerme justo en el lugar indicado, en el momento indicado. Y fue así como pude completar mi transformación personal, interior.
Quién si no eran ellos podría haberme enseñado el significado del compañerismo grupal… ¿encajar en un grupo? Jamás me había sucedido antes, ¿Mantener unido ese mismo grupo? No existían estas cosas para mí. Un grito, un enojo, una cachetada, una radaja a puteadas nunca importó demasiado, después de todo, lo importante es descargarse, y al otro día, si no es a los 5 minutos (en mi caso), volvía a estar todo excelente, como si nada hubiera pasado, como si nadie se hubiese enojado, como si nadie estuviera de mal humor, porque esa era otra, imposible entrar a ese curso de mal humor y no salir con una sonrisa, cagándote de risa, olvidándote completamente de ese mal humor, o de por qué estabas mal.
Cada vez somos menos, un par se han ido, poquitos se suman, pero seguimos conservando la esencia; seguimos digo, como si hubiese estado ahí desde hace más tiempo, como si los conociera como los que vienen desde el principio se conocen entre ellos, o no…
Lo interesante acá es la enseñanza que deja la situación, que no es necesario saber de dónde viene uno o qué le pasó durante su vida para disfrutar muchísimo con esa persona, sólo con esa dosis de alegría de todas las mañanas, una charla circunstancial, un ambiente común, el infaltable mate, y listo. Claro que no siempre es lo mismo, si falta una pieza, el paisaje del rompecabezas no queda completo, puede que se vea bien igual, pero sigue sin estar completo, ya que cada uno tiene ese algo, esa chispa, esa característica propia que lo hace único y que logra hacer notar su ausencia; algunos portan esa esencia un poco más notoria que otros, claro.
Es increíble encontrar personas a las cuales no les importa si sos estúpido, feo, si te chifla el moño, cómo te vestís, qué edad tenés o qué tipo de caca tenés en el cerebro, te hablan igual y te integran, como si esas diferencias no existieran en lo absoluto, tal y como somos todos, por lo que somos, seres humanos sin ir más lejos, simplemente eso.
Hoy ya se cumpliría otro ciclo más, dos años junto a ellos, y yo la verdad, a esta altura ya ni se si me quieren, si no, si piensan que tengo un pedo atravesado en la nuca (y estarían en lo cierto), si les doy igual, si me bancan sólo porque digo estupideces o porque de vez en cuando hago reír a alguno, pero poco me importa, porque algo es seguro y no me cabe ninguna duda: y es que con ellos, es en el lugar en donde más cómoda me he sentido grupalmente.
Me conformo con eso y...
Me despido comiéndome un pan(sólo ellos entenderán esto).
Melissa Antonella Orbegozo, 29/11/2012